viernes, 2 de mayo de 2008

Mentira I

Tuve un sueño en el que cierta voz, acostumbrada a no escuchar, repetía hasta el hartazgo la verdad. Cierta mañana, al despertar, esa voz me atemorizó, haciéndome creer que su tono era el más fuerte y el más sensato, ubicándome donde realmente debería estar, mostrándome el mejor lado de la verdad.
Casi al instante, una vez recogidos mis alaridos, decidí que no me dejaría callar, menos por esa voz tan familiar como siniestra, tan justa como constitucional, tan santa como insensata. Aquella mañana, casi al instante, supe que mis oídos no volverían a ser los mismos, supe que a cada paso los harían sangrar sin importar otro sentido que el que aquellas voces dan a la verdad.
Siempre supimos (mis penas aún no lo olvidan) que el monopolio no es para sabios y mucho menos para coherentes; que la verdad no es verdad si no se le reconoce una mentira… que cualquier verdad, en donde sea, tiene una mentira tan relevante y real que si no se la adopta termina por comerse a la verdad dándole, con tal acto, vida al dueño de las pesadillas, al dueño del terror.
Él, agazapado en sus escritorios y bibliotecas, no comprende que su vida no es ejemplo y muchos menos es dignidad. No entiende (porque ignora) la mentira que viene siendo, hace años, más grande que su verdad…
Nosotros aprendimos a callar, nos escondimos donde sabíamos que nos iban a encontrar y así fue,… empezaron por hacerlo sucediendo gritos, palos, muros y oscuridades, por lo general nunca en ese orden,… pero nosotros seguimos escondidos, pues otra realidad no nos quedaba, pues ninguna verdad nos reconocía, siquiera como mentira.
Siempre nuestra verdad fue más grande que la mentira que la seguía a lo lejos, quizás por eso, por verla, nos tocó el lado de la historia que nunca es justo. Se sabe que los oídos sensatos son cada vez menos y nuestras verdades son tan sinceras y humildes que no temen de ser tapadas por mentiras.
Así fueron nuestros años, escondidos bajo una verdad que reconocía su mentira pero que no pretendía callarla, dado que siempre conocimos lo fundamental de no monopolizar ni una cabeza, incluyendo la nuestra…
Hoy, mirando a los costados, en nuestra soledad, vemos que los ojos son cada vez más, que esta verdad fue fiel a su dolor y nunca lo negó, haciéndose cargo a cada momento y a cada lugar de su historia. Muchos lo vimos y nos sumamos hoy, gracias a su generosidad y amplitud, ya somos también parte de ella. Los ojos (aquellos ojos) que se miraron por mucho tiempo, por vez primera, trajeron más ojos amigos, más ojos hermanos. Esos ojos, que eran mudos, desarrollaron una singular forma de comunicarse, de expresarse, de gritar, y de una vez por todas quedó en claro que ya no iban a callar. Y no callaron. No callamos.
Hoy, detrás de sus escritorios, todavía saben donde nos pueden encontrar pero no hacen nada, se cansaron, nos van dejando ser, suponiendo que su mentira (confundida con una verdad) saldrá victoriosa en esta hegemónica manera de pensar…
¿Y qué de nuestra mentira? Pues convive con nosotros, no la encerramos, por el contrario, la dejamos crecer sabiendo que nunca será más importante para nosotros que nuestra verdad, la respetamos como tal y no nos atemoriza, sabemos que no nos va a ganar si realmente entregamos la vida por nuestra verdad. Sabemos que tal vez no nos quiera en sus planes pero que en algún punto ella edifica nuestra verdad.
Aprendimos a no temerle, aprendimos a respetarla, después de todo está y no merece ser callada...
Somos sinceros, no mentimos. Somos concientes que tenemos más de una mentira y que estas tienen su razón de ser en aquellos que no ven nuestra verdad, su mentira. De hecho ese es el asunto, la respetamos, la dejamos ser.
Ellos, sus voces, se olvidan de su verdad, no respetan a su mentira como tal, la confunden, muy a menudo ya, con la verdad que olvidan y vuelven a inventar.
Y así… queriendo monopolizar, no se puede ser.

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