lunes, 29 de octubre de 2007

Borrador face I

Va un texto inmaduro, impropio, desbocado, desestructurado, infame, inútil y soberbio. Me dijo que no pierda la calma, que de todas maneras su soberbia cabalga senderos que no perturban mi paso… no con esas palabras, pero con ese contenido.
No me ofendo, se que motivé tal reacción cuando le pedí que por favor volviera a leer el texto al menos una vez más de la que creyó necesaria…
De más esta decir que pocas veces leí algo tan a las apuradas, pero EL es EL…

Ojo, reconoce que tendría que haberlo tenido un tiempo más para trabajarlo, pero sucede que también reconoce que esta en un tiempo en el que más trabajo le acabaría por volar la cabeza. Es feliz sabiendo que todo tiene su tiempo siendo absolutamente reciclable…

Su borrador On-line.

Saludos.
Se los quiere.
Se los aprecia.
Se los desprecia. No es mi caso.
Se los ama. A veces si es mi caso.
Pero por sobre todo se los respeta. No?

Besos.

Martín.


Sin título.

En un día completamente vacío de contenidos no se encuentra la abertura que a veces suele ofrecer la desesperación. Me pregunto, con un alto grado de ignorancia, acerca de la existencia de aquella salida. Imagino que debe de existir en algún horizonte probablemente ajeno, al cual no podemos llegar al menos en estas circunstancias.
Poco de novedoso tuvieron estas transiciones. La sorpresa tiene algo guardado para nosotros porque sabe que nunca iremos, al menos yo, a buscarlo bajo este sol.
Cuanto más celeste o azul es el cielo más se reduce la libertad. Reconocen que tienen todo al alcance de una palabra, pero enmudecen en ocasiones iguales (o al menos muy parecidas) a esta.
La ciudad que soñé que esta repleta de sombras, algunas me pertenecían y no otras no tanto, pero sin lugar a dudas las mayorías eran consecuencia de años y años de letargo, de apatía, de distracción. Justamente ahí nace el problema, en la distracción.
La mañana siguiente creí haber soñado una ciudad llena de sombras, fue así, aunque lo que nunca pude distinguir, ni entender, es la diferencia tangible entre el sueño y la pesadilla. Las sombras que poblaban los caminos (las cuadras) no eran más que una distracción para nuestra mirada más crítica, la cual, de no haber estado enceguecida por el sol, hubiera sabido ser digna de tal. O al menos se hubiera animado.
Comprendí, una vez abandonadas las calles, que las sombras nos impedían darnos cuenta de la verdad. Las mismas se alternaban cuadra a cuadra con una cinematográfica reproducción en mi camino, esto, sin lugar a dudas, amenizó mi condición humana no dejándome salida más conveniente (y ruin) que querer encontrarlas.
Así transcurren por lo general nuestros días de rebeldía. Buscamos la verdad como única fuente capaz de valorizar y esculpir nuestra existencia, despotricamos contra aparatos injustos y maléficos que luego terminamos aceptando y, lo que es menos saludable aún, comprendiendo. Una vez más nos creemos capaces de sostener cualquier muro sin importar las consecuencias, pero nuevamente nos enceguecemos. –Es probable que esta devaluación moral y existencial merezca más contenido, pero me desagrada la idea de enredarme en sentimientos que luego abandonaré-. Como decía: vamos dispuestos, e irreverentes, a chocar con el sol, a quemar nuestra alma a cambio de un poco de dignidad, de paz. Vamos entretenidos con ese fin. Ellos, en el fondo, saben que iremos por ello y se divierten con nuestros impulsos. Nos ofrecen el sol (la verdad) a cambio de nada, está tan al alcance de nuestra mano que en un principio no lo podemos ver, pero luego, algún Dios mediante, terminamos reconociéndolo. Salimos a caminarlo para entenderlo, pare descifrarlo. Ellos, enfermos de democracia, se dedican a no entorpecer nuestra ira, nuestro recorrido. No nos ponen vallas en el camino, por el contrario; lo dejan tan visible y al alcance de cualquiera que más de uno podría dudar de su competencia y su afán de permanecer.
Nos lo dan, nos lo regalan, nos muestran por donde se entra, no se oponen, no lo disfrazan demasiado, no lo ocultan.
El poder de ellos está en conocer la debilidad, en menoscabar nuestra integridad, en saberse tan fieles a nuestro reflejo que simplemente nos conocen, después de todo ellos muchísimas veces terminamos siendo nosotros.
Lo único que hacen con una minuciosa ambición es colocar sombras, ubicadas a dedo a la par del camino que empezaremos a transitar. Las arman y seleccionan una a una con sus dimensiones y aires, con sus temperaturas y comodidades.
Ya está, el trabajo esta hecho. El error es nuevamente nuestro. Sus conciencias tendrán una noche más de tranquilidad, hicieron lo que debían y no aspiran a más.
Uno admite y se baña de valor tres, cuatro, a lo sumo cinco cuadras… pero la sombra está ahí, permaneciendo estática a la espera de nuestra anemia, de nuestra ceguera, de nuestro conformismo.
Así se fue un día más.


guigiar.

martes, 23 de octubre de 2007

Jamón y arroz.

Recordaron sus labios
La diferencia
Del gusto del café
"El mundo es uno solo
Y las nostalgias
Espejismo nomás"
Se clavó su mirada
En la leyenda
Que ordenaba en francés
"Mis pies sobre la ruta
Mi pensamiento
Vuela universal"
El viento lo entonaba
Y se acordaba
De un saludo cordial




Se aceptan imágenes acordes al sentido común que alberga este rincón. Se aceptan textos acordes al sentido común que alberga este rincón. Se aceptan caricias acordes al sentido común que alberga este rincón. Se aceptan alternativas acordes al sentido común que alberga este rincón. Se aceptan contradicciones acordes al sentido común que alberga este rincón. Se aceptan blasfemias acordes al sentido común que alberga este rincón. Se aceptan espacios acordes al sentido común que alberga este rincón. Se aceptan sentimientos acordes al sentido común que alberga este rincón. Se aceptan silencios acordes al sentido común que alberga este rincón. Se aceptan ojos acordes al sentido común que alberga este rincón.

Saben dónde enviarlos.

Pretenciosos abstenerse.


Un beso y una flor. - Nino Bravo.
Dos besos y la misma flor. - Martín idealista.
Un beso y dos flores. - Martín capitalista.


Pequeña humorada.

Va textito...

Martín.


Algún día va a llegar la retirada… esto es al menos es lo que soñamos, casi todos, en días como este.
No existe forma de alimentar el sueño si somos guiados a mordernos el alma unos a otros, como serenos hombres de bien. No hay una razón válida para seguir creyendo que el incendio es fuera a la vez que culpamos eternamente a la sociedad. La noble sociedad civil. Tan impúdica y soberbia que es digna de nuestra, y ante todo sana, envidia.
Si, es verdad que las luces confunden y hasta te ciegan con solo un guiño de ojo, pero de todas maneras nadie justifica (ni merece) tanto placer.

Así pasó un día más y no encontramos nuestro hogar. Sé que somos muchos los que creemos que el mismo no está, por lo menos ahora, aquí mismo. Ellos también lo saben, pero el problema radica en la invisibilidad que nos atrapa bajo la nube negra.
Llegará aquel instante en alguna ocasión, de momento nosotros continuamos nuestra torpe búsqueda con los ojos amordazados y las venas vendadas.

Que felicidad tan original aquella de la pantalla a todo color, nunca en mi vida me había dejado sorprender por algo tan espontáneo y real, a tal punto que pareció verdad.
Me sentí querido, que gratificante actitud tuvieron. Después de todo nuestro gesto bien valía un reconocimiento… y ahí estaba, ante nuestros ojos… listo para ser observado. Admirado. Agradecido.

Pasa un día más y el espejo es el mismo. No cambia. Mi rincón eterno sigue firme descansando a un costado, lindando con mi arrebatada irresponsabilidad. Lo soporto porque en el fondo sé que algún día tendremos el valor de saber que merecemos aquello que nos es negado una y otra vez. ¿Será tan triste el consuelo qué lo acepto y vivo exclusivamente por él? Es probable. Lo vale.

Segundo color de un cuadro sensacional que imagino pero no puedo tocar. Ni ver.

Mis pies sobre la ruta, mi pensamiento vuela universal.



Sin querer justificar

guigiar.

viernes, 19 de octubre de 2007

"Palabras estorbantes"

Los árboles rodeándome,
puedo verte descubriéndome
en las copas, que se vuelcan en la brisa
y descubro que me hablas y yo
soy presa y parte
de la lengua que me habla
me habla sin palabras…



Lejos, muy lejos, de pertenecerme entiendo que simplemente me agrada. Queda mucho más atractivo y cautivante con su música, sin la cual no debería ser concebido, pero como aún no manejo a mí antojo las sutilezas que ofrece este espacio no hallo otra opción. Imagínenla.
Bueno, las visitas esporádicas de este individuo me están dejando un tanto exhausto, es evidente que no puedo abandonarlo a mitad de camino, pero tampoco me da el tiempo ni la ecuación a la hora de soportar su existencia, debería ponerle un arancel, como para justificar. Ojo, con esto no deslizo la posibilidad de solucionar el inconveniente con una pequeña suma de dinero a cambio, muy por el contrario, había pensado en un monto más que elevado por mi tiempo. Aún lo vale.
Nada de esto va a pasar y en definitiva hoy es otro día grato, pero solo eso, grato. ¡Que palabra más cruel!, la gratitud me suena ahí donde se amontan ideas viejas y gastadas que quedan en desuso…
No era la idea salirme del eje que quería darle a esta breve entrada, se dio.
Vuelvo únicamente para decir que ahí están, esas son las palabras estorbantes que tanto me cautivaron ayer por la tarde. Insisto, no me pertenecen pero las comparto, las deseo, quiero poder sentirlas.


Martín.


El sol una vez más empezaba a calentar su ánimo gris con promesas de libertad, era la hora donde por lo general empezaba a patear sus fuerzas sin más remedio que verlas partir. De poco hubiera servido escapar, pero de todas maneras lo imaginaba sin saber de donde provenía tanto valor.
Aquella tarde, cuando iba más desorbitado que de costumbre, descubrió un sitio alejado de cualquier sospecha enemiga, es importante recordar que nunca antes había tenido la posibilidad de contemplar algo semejante en horas tan eternas.
Lo vio casi por obligación y en un principio no creyó en sus sentidos.
No era más que un breve pasaje adornado y delimitado por deshilachadas hojas que jugaban de techo a suelo, estaba ubicado al costado de un atiborrado y artesanal estacionamiento a la intemperie, y quizá el sendero era tan mágico porque muchas de sus hojas eran aún muy verdes, llenas de sabia.
Una suave curva dividía al camino en dos, y si bien la extensión del sendero no le permitía a uno perderse dentro de él, desde esta parábola era imposible distinguir un límite para el mismo. Resultaba ser tan infinita como real la perspectiva, generando de esta manera una fascinación nunca antes vista en el rostro de su alma ni en la soberbia de sus pretensiones, conceptos muchas veces confundibles el uno con el otro.
Apenas se entregó a su paso solitario supo que iba bien predispuesto a la sorpresa y en busca de la duda, emociones que nunca encontró. Simuló estar distraído un instante antes de poner el pie en la curva, producto de la simulación creyó caer en la duda, por lo que volteó la cabeza en busca de la sorpresa, y como sucede con toda creencia, fue rápidamente reemplazada por alguna un tanto más irrefutable.
Esta debilidad, la de ser refutable, aún no es propia del camino que se torna infinito desde un punto de vista que no es meramente longitudinal y probablemente nunca lo sea.
Volvió a dudar pero no se detuvo en busca de razones desparramadas en el aire, acto que hubiera sido por demás en vano si se considera que el aire aún continuaba prisionero y tangible.
Si se me pregunta por el sol diré que no se escapó, por el contrario, hizo lo imposible por participar filtrando emisarios que doraban las hojas más altas e inalcanzables. Decidió no contar nada de aquel lugar infinito adoptando como propio el significado no material. Este egoísmo tal vez haya sido motivado por los destrozos anímicos a los que se exponía su tesoro si era dado a conocer. Prefirió ocultarlo y así fue.
Pasaban tardes y tardes eternas, y a medida que iban pasando el tenía en claro dos aspectos que son fundamentales a la hora de entender su ambiciosa esclavitud que tanto le dolía. El primer aspecto es muy probable que sea la conciencia que lo conquistaba cuando pensaba en los días que restaban soportar, dado que a esta altura había aprendido a manejar la presión como ninguno en su mundo. El segundo, y no por ello menos saludable, aspecto a recordar es este hallazgo que menciono, el del camino infinito. Camino en el que sabía no ser encontrado y se refugiaba cuando su espalda no toleraba más la asfixia.
Así paso el resto de sus ratos. A veces procuraba no atrincherarse con tanta frecuencia por temor, en gran parte, a que se sienta a lo lejos su felicidad, y en una proporción un tanto más pequeña, desconfiaba de los emisarios del sol, al menos en los primeros minutos de su estadía. Esta susceptibilidad no quiso ser analizada.
Pese a esta galopante desconfianza, había aprendió a administrar con tanta dedicación su fatiga emocional que ni las sombras le generaban temor.

El camino aún existe y todos sabemos donde esta.


guigiar

Un brote de sinceridad con dos perlas.

Las ideas se le escapan antes que las palabras, quizá sea por eso que trata de llenar vacíos con conceptos despilfarrados azarosamente como tratando de completar un rompecabezas con piezas tan extranjeras a mi sensibilidad. Este arrebatado proceso no me significa un gran inconveniente dado que conozco el desenlace a su desesperación. Muchas veces soy culpable de no querer (y aunque sería más apropiado el verbo poder aprovecho y asumo la herida del orgullo) ver la verdad en sus ojos forzando este esquizofrénico desenlace. De ambos.
Siempre procedemos de la misma manera, tal es así que puedo leerlo en tu voz y no sabría explicarte cómo. Agradezco a la culpa de ser haberme otorgado una ignorancia tan amplia en asuntos tan escalofriantes y viscosos.
Después de esta pequeña reseña a modo de introducción en la que cedo gran parte de la responsabilidad de tus actos a le vez que me desligó sutilmente de la mía, llega la verdad, aquello que quiero contar, o mostrar.
Es simple y esta a la vista, no es tanto pero significa un poco más aún. Dormían solos entre fotos y textos que no los merecían ni en sueños parecidos a los que ellos soñaban. No quiero decir con esto que soy un generoso de la libertad artística, y a decir verdad no reconozco el arte en ellos, pero me parece más que justo y adecuado igualarlos a la luz de algo que aún no tiene forma pero busca tenerla.
Gracias por ellos, y si bien a partir de ahora ya no son más míos siento que lo serán siempre.
Gracias por Para mi, Epa! y tantos otros un poco más personales que no vienen al caso.
Ah, no me olvidó, ya dejé en manos idóneas la imagen del pez, mexicano y alma, al que alimentamos generosos con lo que nos sobra sin darnos cuenta, por lo menos hasta el instante anterior al que unos ojos dignos de parentesco con la naturaleza nos lo confiesan. Me dijo que necesitaba más datos, yo reconozco que desordené un poco las palabras, pero de todas maneras no era un concepto tan fácil de inmortalizar, ahí va algo con qué entretenerte unas cuantas noches, o no.

Un beso, medio abrazo. Hace demasiado para andar todos juntos todo el tiempo.
Salud.


Martín


Se encontró con dos mundos completamente abstractos, diferentes uno del otro, pero similares en materia de proyecciones. Estaba dispuesto a ser seducido por cuanta ambigüedad se le ofrezca. Fantaseó con proyectos, ideas y perversiones dignas de un deleite soñado.
Se encontró con dos mundos, y como siempre sucede en estas latitudes, ambos eran del mismo dueño, tenían el mismo rey.
Ergo. Hermosa palabra.


guigiar.

lunes, 15 de octubre de 2007

Va testimonio...

Esta costumbre que se toma de caer a estas horas de la noche ya no me agrada tanto como en un principio…
Voy a tratar de hacerle entender que tengo mis tiempos y mis obligaciones aunque conozca de memoria la bandera que enarbolará. Es una gastada en la que flamean principios y prioridades. Antes no las compartía pero las aceptaba, y aunque ahora las comparta debo reconocer que no siempre me animo a aceptarlas.

En fin, y vaya a saber uno porqué, deslizó esto por debajo de la puerta tras una estruendosa (y ofendida) retirada… caprichos son caprichos.

Besos y abrazos para todos. ¡Aprovechen!, no siempre suelo ser tan amoroso.

Martín




El dolor no era excusa. Era hora de partir.
Leyó voces en un susurro. Ocultó la sombra en un pasillo de la habitación.

No comprendía la necesidad de permanecer que le producía la soledad, pero sabía que era su hora y no quedaba asunto por discutir. Protestó en vano unos cuantos minutos pero finalmente se entregó en un sigiloso andar.
Primero un paso, luego otro, y así, poco a poco, iba emprendiendo su rumbo.
Ya se había despedido de propios y ajenos cuando decidió no volver, sabía, con convicción, que de poco serviría recordar en horas de insomnio los rostros que animaron su tristeza.
Finalmente había llegado el día, sus manos eran aún más valientes y rígidas que las que tuvo en sueños, sus piernas, pilares de un imperio que nacía, se sabían más sinceras que de costumbre, había en su espalda una libertad nueva, única, la misma le endulzaba el paladar con sabores poco anecdóticos y muy precisos. Su mente ya no era aquel territorio avasallado por guerras tan innecesarias como impropias. En sus ojos se hallaban unos poderíos nunca imaginados por su más predilecta perversión. Estaba listo y ninguna suerte, por más bajeza a la que se animara, podría derribarlo en su ser.
El aire era verdaderamente un motor y no un instrumento para seguir con vida en un soplo más. Entendía, cada mañana, cuán valioso era poder respirar disfrutando tan singular acto. Había aprendido a no extrañar el cielo, de todos modos sabía que con luz o sin luz el mismo no se movía de su techo.
Tenía paz, la aventura le significada cada día el desafío de seguir y no lo preocupaba ni hasta dónde ni hasta cuándo, sólo seguía.
Pasaron calles, idiomas, lunas y hasta algún que otro sol, pero seguía sin sentirse defraudado por la dicotomía de su soledad, después de todo así había sido criado.
Sus años de espera fueron la prisión donde sacudió rencores y sospechas, y si bien algunos de ellos no le pertenecían, los adoptaba con sumisa gentileza.
Se pasó toda la vida, lo que no siempre resulta tan poco e insignificante hasta cuando se trata de una persona, retribuyendo miserias a quien adornaba su dolor. Este procedimiento noble no lo perturbaba, por el contrario, lo agasajaba con una singular manera de disfrutar.

Interpelaciones como esta, en las que jugaba a interpretarse, es de lo poco que lo ata a su pasado. Lo logró. Ya nadie, nunca más, podrá mencionar que está equivocado. Lo hizo y pronto lo volverá a hacer.
Sé que en algún lugar del tiempo espera compañía, pero no se preocupa demasiado, sabe que algún día llegaré.



guigiar.

lunes, 8 de octubre de 2007

Tan cierto como desordenado.

Esta tarde pasó sin pena ni gloria.
Antes de partir, y casi por obligación, accedió a mi pedido dejándome esto...
Reconozco que esta muy mal escrito, concuerdo con el, pero el argumento que me dejó para no irse tan derrotado es que su espontaneidad amerita su pronta y desprolija publicación... (Fastidioso delirio de grandeza)

Va un día más, o un día menos. No se entiende bien todavía pero parecen eternos.
Un saludo a todos, y uno especial para esos ojos, los tuyos, que en el fondo lo necesitan.
Lo mejor.
Abrazo.

Martín.



Creyó que existían pocos misterios en su ser, tal vez sea por eso que una vez más se dejó sorprender por un trillado desenlace sin estar preparado.
Recuerdo que se pasó toda su vida fantaseando con situaciones vacías de argumentos que le llenaban la almohada a la vez que le arropaban un pedazo de alma. Mientras tanto, jugaba cada mañana con el veneno de ver morir un nuevo delirio ante sus ojos antes de nacer.
Finalmente llegó el día, que no fue más que una tarde como tantas otras en la que le ocurría algo similar, en el que se lamentó producto del mandato que (como en toda su vida) ejercieron sobre él las soledades.
Juró que nunca volvería a confiar en alguien que portara palabras tan lúcidas y sinceras, y justo a la hora de la rendición revisó una vez más aquel purgatorio que habitaba en su mente no encontrando más de lo que pensaba encontrar.
Primero vio un par de sueños inconclusos, los mismos no lo preocuparon demasiado hasta que entendió que eran los únicos que aún respiraban en aquel infierno. No estaba dispuesto a soportar mucho más el calor que le saturaba la sien, pero prefirió seguir con aquel flagelo que algunos llaman meditación.
Se mantuvo inmóvil algunas horas y sus ojos estuvieron cerrados frente a una pared cada vez más cercana.
Lo siguiente que halló fueron risas, no eran muchas pero aliviaban el fuego que crecía alimentado por el aire seco que liberaban sus sueños inconclusos, trató de identificarlas pero eran tan remotas que hasta la parecían ajenas. No podía entender bien su presente, empezaba a temer por su futuro y como si fuera poco, no se reconocía en su pasado.
Con esta triste sensación a cuestas siguió tratando de encontrar algo que verdaderamente valiera la pena repatriar.
Cerca de las risas extranjeras se acercaban feroces unos llantos sordos que no se preocupaban por los destrozos. Como en toda su vida trató de esconderse de ellos y nuevamente su intento fue un premeditado y exitoso fracaso.
Luchó por no ceder en la presión que ejercían los párpados sobre los ojos. De poco sirvió semejante esfuerzo, la imagen no desapareció y el permaneció inmóvil martirizado por su voluntad.
No pudo recordar el motivo por el cuál su llanto lo había alcanzado.
Sus fuerzas empezaban a disminuir, y a la vez que su paciencia empezaba a irritarse, poco iba quedando de aquel valiente intento de encontrar la razón a tanta mediocridad.
Abrió los ojos. Examinó sus manos en busca de algún rasguño, luego hizo prácticamente lo mismo con sus dedos sobre el rostro. No había en su existir recuerdos que le impidieran ser quien quería ser y sin embargo no hallaba el camino.


guigiar.

martes, 2 de octubre de 2007

Una cueva

Me dijo que olvidó algo en el parque Centenario. Se fue, creo que a buscarlo. Volvió al rato con esto... es lo que hay.

Ah. Me dijo que ella sabe que es para ella. Nada más.

Abrazo.

Martín


Fue una tarde que quedará inmortalizada en el cielo descifrado a medias.
Las nubes cubrían nuestras almas y ahí estábamos, no éramos más que dos sujetos divididos por el tiempo y agotados por el paso de los años.
Nos reencontramos una tarde, tan sólo una tarde, y bastó para que entendiéramos que el tiempo pasa si lo dejamos pasar. Este no quiso ser el caso.
Juro que tus ojos eran los mismos que fui a buscar. Ahí estaban, intactos, iguales a la última vez que los vi.
Lo primero que hicimos fue reírnos un rato. Luego revolvimos curiosos las miserias que a veces se le filtran al destino, y al tiempo que nos abrigamos con palabras dejamos de pensar un poco más de la cuenta.
Caminamos disfrutando cada paso. Las palabras carecían de vulgaridad mientras nos perdíamos entre caminos perfectamente desordenados.
Las risas dejaron de ser prudentes y se tornaron familiares. Admito que no conozco, ni pretendo conocer, el final del cuento, pero me divierte cuando se cruzan nuestros personajes y no nos damos cuenta hasta que acaba.
Es curioso como se confunden las voces con el paso del tiempo, pero existe una que nunca alteró su razón, es más, sigue siendo tan suave como en aquel tiempo.
No terminaba de acomodarme a esa frágil sensación cuando se nos vino encima el fin.
No nos despedimos sin antes vapulear a la formalidad.
Un libro por lado, una firma como la tuya que no dice nada pero da a entender todo y otra como la mía, que a las apuradas quiere expresar lo que no se decir.

Párrafo aparte a nuestras primeras nubes descifradas. No olvidemos que son sólo las primeras y que la belleza dura poco pero es más grata de a dosis, generando una tenue y pacífica adicción que nos libra de la ferocidad de los días.
Fueron sólo las primeras y no habrá paz semejante hasta las próximas.

Gracias por ser cueva en paradas estratégicamente ubicadas dentro de la sinuosidad del camino.

Amistad. Un abrazo. Un beso. Otro abrazo.


guigiar.

lunes, 1 de octubre de 2007

Se deshizo su primera noche

Pasó… no queremos acordarnos cómo ni cuándo pero pasó.
Queda como prueba irrefutable la paz que vemos en nuestras manos cansadas.

No se (o sé) que tan bueno o malo puede ser, pero me dejó esto a las apuradas y se fue. Antes de partir volvió a repartir un poco de simpatía. Gracias.



Tus pies arrancaron antes que tus ojos, fue tan rápido que no viste las muertes que se fingían a tu derecha. Hablabas apurado con una dulce melodía a la vez que balbuceabas llegando al final de tus frases…
Tu cálida sonrisa siempre supo ser broche de oro cuando elegís cerrar el círculo y atraparnos dentro.

Empecemos por reconocer que nos pierden por igual las ausencias de sol, y más lejos o más cerca, siempre estamos en el mismo lugar.
Sólo por conveniencia solemos simular apatía.
“Las baldosas se caminan, una y mil veces, a distinto paso con un único sentir...” (Sea miedo, paz, rencor u olvido).

-Sentado en la calle esperó su turno para dejar de pensar. Sus pensamientos decían que sentías y las balas pasaban lejos si las convencía: “nunca todo es tan malo y siempre puede ser peor”. -

Todo amanece y recordamos que a ambos (y por igual) nos pierden las ausencias del sol.



Se van acabando los recursos para separar mis palabras de las que no me pertenecen más que por cordialidad. "Dios quiera que se note la diferencia" sentenció el vanidoso.
Por otra parte, después de la breve introducción que me sugirió necesaria, me dijo que este texto no podía faltar. Si bien dudo mucho que verdaderamente sea de él ya es tarde... se lo apropió de todas maneras.


Resulta que de un día para el otro, así como si nada, se encuentra Uno con que ya no encuentra alegría. Resulta que Uno recorre aquellos lugares donde tantas veces supo ser contento, supo ser rey, y no encuentra más que soledades, huecos que jamás fueron llenados, huecos que permanecen intactos sin ofrecer nada más que nada… huecos muertos en la cabeza (algunos lo llaman alma) que seguirán ahí por siempre, ahí donde Uno siempre recurre cuando no encuentra lugar en donde encontrar alegría. Es allí mismo (o acá) donde siempre se vuelve, se vuelve cuando se fija la mirada casi muerta en la nada, se vuelve cuando se quiere perder todo dolor con el consuelo de poder pasar únicamente un instante en aquel lugar que supo ser maravilloso y ahora no es más que un hueco solitario; solitario pero intacto, firme, sirviendo de refugio a la hora de escapar de la nada cuando Uno no encuentra alegría…
Esos lugares siguen allí, y Uno siempre vuelve a encontrarlos para esconderse cuando siente que ya no le queda nada por perder, no le queda nada por tener. Siempre es más fácil, y menos divertido también, matar la mirada en la nada para huir de la cabeza arrastrando el alma en busca de una esquina perdida en el tiempo; buscando la esquina que supo ser propia, inmortalizada por siempre en el sentimiento.
Pero cuando a la mirada que parecía muerta se le ocurre volver a la vida, se encuentra Uno con nada, se encuentra Uno con la decepción de verse (y saberse) sólo, con la tristeza de notar que el tiempo pasó y ni siquiera una esquina fue capaz de esperarlo; se encuentra Uno con que no puede encontrar la alegría si no es matando la mirada… colgando la cabeza y arrastrando el alma.
Suele pasar que cuando Uno se siente arrastrado por aquellos aromas del pasado se le infla el pecho para deshacerse en un suspiro, un suspiro de paz que muere en nada, que muere en el aire podrido que asfixia, que nubla recuerdos, que siembra lágrimas e improvisa todo pero nada cierto a la vez; es en momentos como ese en los que Uno se da cuenta (o se acuerda, para ser más sincero) que puede hacer cualquier cosa en la vida, puede existir y fingir terror ante la dicotomía de morir o vivir, amando u odiando; puede hasta incluso reír y al instante llorar, puede pasar el tiempo sin pretender absolutamente nada de nadie ni de nada, puede dejar de existir sin siquiera desaparecer; en esos momentos se da cuenta Uno que puede hacer cualquier cosa que se le ofrezca menos lo que más desea, puede hacer todo menos lo que más quiere,… no puede y nunca podrá volver a vivir lo que vivió.
Y lucha Uno todas las mañanas, las tardes, las noches y los mañanas con las ganas de colgar la mirada para siempre en la nada, lucha Uno todo los días contra las ansias de volver a ser aquello que fue, se lamenta Uno todos los días no poder recordar con más precisión palabras, risas y momentos.
Uno lucha pero a la vez se conforma, se conforma con la idea de volver de a ratos, se acostumbra Uno a desatarse el nudo que cada vez le ahoga más fuerte garganta, la pasa Uno creyendo que algún día las lágrimas escondidas se evaporarán.
Uno vive como si nada, pese a todo esto vive como si nada sabiendo que mañana dejará de extrañar el ayer para colgar la mirada pensando en hoy.
Uno vive hasta que lo vencen las ganas y por fin se muere…
Y Uno se muere… gota a gota sobre sus pies…
Y Uno se murió… Que En Paz Descanse


Sobre la vida de Uno López, muerto de un balazo en la sien alguna mañana en la que pensó de más en el ayer.



guigiar (¿?)