jueves, 17 de enero de 2008

Hasta pronto.

Mañana (u hoy) viernes 18 de enero, 10:30 am, tren a tucumán. De ahí a Bolivia. Como sea.

Un abrazo enorme enorme a mi, y a mi. Y a los que vienen conmigo. Y a los que no. No faltará oportunidad. Tengo mucho sueño. Me parece que llevo mucho, pensé en el peor de los casos regalar cosas allá, o tirarlas, o prestarselas a quienes viajen conmigo para que ellos las lleven y luego me las devuelvan. O no sé.

Algo será... tengo más sueño ahora. Chau.

Hasta pronto.


Martín y guigiar.

jueves, 3 de enero de 2008

Pasatista

(...)
"En esas circunstancias compaginaba incensateces. Llegó a imaginarse que los ricos, aburridos de escuchar las quejas de los miserables, construyeron jaulones tremendos que arrastraban cuadrillas de caballos. Verdugos escogidos por su fortaleza cazaban a los tristes con lazo de acogotar perros, llegándole a ser visible cierta escena: una madre, alta y desmelenada, corría tras el jaulón donde, entre los barrotes, la llamaba su hijo tuerto, hasta que un "perrero", aburrido de oírla gritar, la desmayó a fuerza de golpes en la cabeza, con el mango del lazo."

Roberto Arlt.


El nuevo año llegó más vacío y letargoso de lo que podía uno suponer. Estos primeros días son un verdadero espanto, el calor nos confunde las ideas, nos pesa la necesidad de pensar, llegando, en muchos casos, a preferir transitar estos tiempos renegando de ésta penuria básica.
La calle esta ganada por espectros que transitan cada paso de su andar con si fuese el último, como si fuesen a caer rendidos en cualquier momento, sin más remedio que ser pisados por quienes logren resistir unos metros más.
En estos primeros días del año descubrimos (como hace varios años ya) que el aire no es aire. Aceptamos que finalmente no somos nosotros los dueños de la tierra, lo aceptamos y seguimos caminando, muriendo en cada paso, respirando más mugre, soportando a cada instante más asco.
Cierto afiche de una concurrida calle no me deja mentir, en él se ve como tan solo un par de personas, que simulan quererse, disfrutan estrenando nuevos bronceados entre sales y vientos marítimos mientras nosotros, dignos y justos envidiosos, no podemos comprender como tenemos frente a nuestros ojos el inefable camino que no podremos dejar de andar…
En el mejor de los casos –entiéndase “mejor de los casos” como la suerte de un selecto grupo- se podrá gozar de quince días a todo sol y a toda sombra, se dispondrá (de principio a fin) de quince días de libertad, pudiendo elegir que metro cuadrado de arena será el más indicado para amontonarnos con gente feliz y dispuesta a compartir con nosotros su miserias a cambio de quince días a plena risa y alegría.
En el peor de los casos –entiéndase “peor de los casos” como la desdicha de la mayoría- podremos tan solo disfrutar a medias de este merecido descanso, dado que nuestra mente comprenderá el oscuro humor que encierra nuestro destino, pero aquel asunto es arena de otro costal. O de otra playa.

Este es, sin ir más lejos, el fiel reflejo de cómo un verano puede atrofiar las ideas. Al menos, sirve de ejemplo para graficar lo pienso y no sé decir.


Martín. Gris.