martes, 2 de octubre de 2007

Una cueva

Me dijo que olvidó algo en el parque Centenario. Se fue, creo que a buscarlo. Volvió al rato con esto... es lo que hay.

Ah. Me dijo que ella sabe que es para ella. Nada más.

Abrazo.

Martín


Fue una tarde que quedará inmortalizada en el cielo descifrado a medias.
Las nubes cubrían nuestras almas y ahí estábamos, no éramos más que dos sujetos divididos por el tiempo y agotados por el paso de los años.
Nos reencontramos una tarde, tan sólo una tarde, y bastó para que entendiéramos que el tiempo pasa si lo dejamos pasar. Este no quiso ser el caso.
Juro que tus ojos eran los mismos que fui a buscar. Ahí estaban, intactos, iguales a la última vez que los vi.
Lo primero que hicimos fue reírnos un rato. Luego revolvimos curiosos las miserias que a veces se le filtran al destino, y al tiempo que nos abrigamos con palabras dejamos de pensar un poco más de la cuenta.
Caminamos disfrutando cada paso. Las palabras carecían de vulgaridad mientras nos perdíamos entre caminos perfectamente desordenados.
Las risas dejaron de ser prudentes y se tornaron familiares. Admito que no conozco, ni pretendo conocer, el final del cuento, pero me divierte cuando se cruzan nuestros personajes y no nos damos cuenta hasta que acaba.
Es curioso como se confunden las voces con el paso del tiempo, pero existe una que nunca alteró su razón, es más, sigue siendo tan suave como en aquel tiempo.
No terminaba de acomodarme a esa frágil sensación cuando se nos vino encima el fin.
No nos despedimos sin antes vapulear a la formalidad.
Un libro por lado, una firma como la tuya que no dice nada pero da a entender todo y otra como la mía, que a las apuradas quiere expresar lo que no se decir.

Párrafo aparte a nuestras primeras nubes descifradas. No olvidemos que son sólo las primeras y que la belleza dura poco pero es más grata de a dosis, generando una tenue y pacífica adicción que nos libra de la ferocidad de los días.
Fueron sólo las primeras y no habrá paz semejante hasta las próximas.

Gracias por ser cueva en paradas estratégicamente ubicadas dentro de la sinuosidad del camino.

Amistad. Un abrazo. Un beso. Otro abrazo.


guigiar.

2 comentarios:

  1. ES HERMOSO DESCUBRIRSE EN EL VACIO QUE DA ESPACIO DE SOBRA PARA DOS QUE SE CONFORTAN. HAN DE SER AFORTUNADOS LOS QUE HABITEN ESTOS RATOS. LOS QUE VEAN MAS ALLA Y FELICES GOCEN AL SUBIR. PASEOS, ESCAPES HACIA EL ALMA. RECREASTE UN SENTIMIENTO QUE OLVIDE, MI BUEN GUIGIAR. MIS GRACIAS VAN.

    ResponderEliminar
  2. Siempre pensé que el Rufián Melancolico deambulaba por el barrio del once, así subterraneo.
    guigiar tiene un poco de eso, y un poco más también.
    Sólo me queda agradecerle guigiar por tanto y pedirle perdón por tan poco.
    (es extraño pero el usted me parece lógico).
    Beso

    ResponderEliminar