lunes, 8 de octubre de 2007

Tan cierto como desordenado.

Esta tarde pasó sin pena ni gloria.
Antes de partir, y casi por obligación, accedió a mi pedido dejándome esto...
Reconozco que esta muy mal escrito, concuerdo con el, pero el argumento que me dejó para no irse tan derrotado es que su espontaneidad amerita su pronta y desprolija publicación... (Fastidioso delirio de grandeza)

Va un día más, o un día menos. No se entiende bien todavía pero parecen eternos.
Un saludo a todos, y uno especial para esos ojos, los tuyos, que en el fondo lo necesitan.
Lo mejor.
Abrazo.

Martín.



Creyó que existían pocos misterios en su ser, tal vez sea por eso que una vez más se dejó sorprender por un trillado desenlace sin estar preparado.
Recuerdo que se pasó toda su vida fantaseando con situaciones vacías de argumentos que le llenaban la almohada a la vez que le arropaban un pedazo de alma. Mientras tanto, jugaba cada mañana con el veneno de ver morir un nuevo delirio ante sus ojos antes de nacer.
Finalmente llegó el día, que no fue más que una tarde como tantas otras en la que le ocurría algo similar, en el que se lamentó producto del mandato que (como en toda su vida) ejercieron sobre él las soledades.
Juró que nunca volvería a confiar en alguien que portara palabras tan lúcidas y sinceras, y justo a la hora de la rendición revisó una vez más aquel purgatorio que habitaba en su mente no encontrando más de lo que pensaba encontrar.
Primero vio un par de sueños inconclusos, los mismos no lo preocuparon demasiado hasta que entendió que eran los únicos que aún respiraban en aquel infierno. No estaba dispuesto a soportar mucho más el calor que le saturaba la sien, pero prefirió seguir con aquel flagelo que algunos llaman meditación.
Se mantuvo inmóvil algunas horas y sus ojos estuvieron cerrados frente a una pared cada vez más cercana.
Lo siguiente que halló fueron risas, no eran muchas pero aliviaban el fuego que crecía alimentado por el aire seco que liberaban sus sueños inconclusos, trató de identificarlas pero eran tan remotas que hasta la parecían ajenas. No podía entender bien su presente, empezaba a temer por su futuro y como si fuera poco, no se reconocía en su pasado.
Con esta triste sensación a cuestas siguió tratando de encontrar algo que verdaderamente valiera la pena repatriar.
Cerca de las risas extranjeras se acercaban feroces unos llantos sordos que no se preocupaban por los destrozos. Como en toda su vida trató de esconderse de ellos y nuevamente su intento fue un premeditado y exitoso fracaso.
Luchó por no ceder en la presión que ejercían los párpados sobre los ojos. De poco sirvió semejante esfuerzo, la imagen no desapareció y el permaneció inmóvil martirizado por su voluntad.
No pudo recordar el motivo por el cuál su llanto lo había alcanzado.
Sus fuerzas empezaban a disminuir, y a la vez que su paciencia empezaba a irritarse, poco iba quedando de aquel valiente intento de encontrar la razón a tanta mediocridad.
Abrió los ojos. Examinó sus manos en busca de algún rasguño, luego hizo prácticamente lo mismo con sus dedos sobre el rostro. No había en su existir recuerdos que le impidieran ser quien quería ser y sin embargo no hallaba el camino.


guigiar.

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