martes, 8 de julio de 2008

Ramírez y López se cruzan sin conocerse

Alguien, no diré quién, fue testigo de este cruce intencional que arrojó el destino. Alguien, el mismo alguien de hace una oración, me contó lo que vio sin que nadie lo viera. El relato era un tanto risueño, de modo que cuando me pidió que lo entienda hice lo que pude, el resto (o casi todo) es intención.
Hecha esta aclaración me desligaré de este sentimiento y estas apreciaciones que, honestamente, no me pertenecer más que "de casualidad", como una especie de carácter transitivo. Gracias.



Ahí estaba. Ni bien lo vi supe que no lo había olvidado, que de algún lugar lo conocía, que de algún momento lo recordaba.
Su mirada continuaba igual de triste que hace algunos años, quizás por eso lo reconocí. Su mirada triste me recordó mi tristeza de aquellos días, la tristeza que me permitía quererlo, entenderlo.
Hoy tal vez piense que ando un poco menos triste que en aquellos días,... tal vez imagine (y entienda) que tengo motivos un tanto más alegres como para no padecer la tristeza de aquellos días, tal vez crea que me creo el engaño de que finalmente hemos (y particularmente he) progresado como Papá (o Dios) manda, como quiere...

Lo ví y sólo eso. No me detuve a observarlo demás aunque tuve unas ganas desmesuradas de volver a compartir tristezas sin mencionarlas, en silencio.
Esta era una noche de calor (o sin tanto frío), pero sus ojos aún llevaban clavados la helada bien adentro de su alma, lo pude ver.
Seguí mi camino. No me detuve a esperar ni a ofrecer mucho más, tal vez no tenga ganas de reconocer en su tristeza mis miserias, mi tristeza...
El tiempo pasa y razono... Una vez más no pude hacer nada por él, ni él por mi.
Yo no esperaba nada y sin embargo me quemó el alma, sentí dolor. Titubeé unos pasos, tuve ganas de volver a abrazarlo, a preguntarle si me recordaba...

No me animé, no lo hice.
Será que no quiero recordar que, al menos esta, no es la vida que soñé.

Él no me vio y tampoco necesitó verme, pues su espejo es la calle. En ella refleja su tristeza y con ella se abraza en cada noche, en cada invierno.
Un par de monedas no le arreglan la vida, sólo le calientan un poco el paladar y (con suerte) lo cuidan de algunas humillaciones sobre las vías y ante su alma, pero esta es historia de otra tristeza que, prometo, no olvidaré mencionar.

-------------------------------Así razona un Emo(¿?). Es muy chistoso. Me lo contaron y sólo trato de hacerlo "menos" chistoso. Si, dije trato. T-R-A-T-O, ok?.

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