martes, 19 de enero de 2010

ni bien amainó la tormenta olvidó...

El pozo de la serpiente - Skay Beilinson

Que salga la bestia de su cueva,
quiero oler su miedo una vez más.
Cazador detrás de su presa...
animal por animal.
Tuerce la boca, clava el mentón
y sacude su cabeza.
Quiere arrancarle los ojos,
quiere escupirle los pies.
Que se pudra en su infierno!
que reviente en su Babel!
Siete lenguas de serpiente,
cien ojos para arrancar,
se oyen gritos de ultratumba
espantando al animal.
Del otro lado del espejo,
la otra cara del terror.
Otro Prometeo sin fuego,
otro San Jorge y su dragón
se ven tan parecidos,
un espejo entre los dos.

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Y que la música permanezca allí, al alcance de tus penas más profundas, al roce de tus sentimientos más extraños, esos que te dicen a cada momento que no perteneces a esta tierra y que como castigo a tu insistencia serás condenado a revivir una y mil veces, hasta el fin de tus días, aquella noche de tu muerte, aquellos segundos en los que tu cuerpo se desangraba y vos estabas allí, presente y descarnado, yéndote un poco más con cada latir de tu corazón. El cuchillo bien metido, sin dejar a salvo ninguna vena dentro de ti, tan majestuoso y ancho que acarició de un filo todo tu ser, y vos allí tirado sin entender por qué, tus ojos se inquietan y buscan flotando en el aire alguna explicación, pero tu mente te dice que allí no estará y de a poco te empieza a doler, es un dolor centralizado en tus sienes y en el medio de tu frente. Tus manos sangran sobre tu herida, tiemblan y no tapan nada, su temblar entorpece tu muerte y sólo te ayuda a sufrir más; tu cabeza allí, empezando a doler con más intensidad, ¡y la bendita muerte que no te llega!

Y que se quede la música para decirte y preguntarte si acaso queda alguien ahí, para enloquecerte con su juego de hacerte pensar si algún sobreviviente deambula tras tu sombra y vos ahí, tirado y escondido de nadie, sin querer saberlo. Y la música ahí, más peligrosa que un gatillo reposa en tu mano como si fuese tu soñado calibre 22, no croma por su piel, pero te deshace con sus mareos, te pasea por satélites perceptuales que no conocés y nunca vas a conocer, pero te pasea igual. Los sobrevivientes no aparecieron, sus voces fueron tan sólo un par de murmullos que arrulló la última canción; una brisa limpia el aire y ya no es tan oscura la noche, entonces vos te sonreís ante la posibilidad de que la música te haya dejado renacer otra mañana, con otro cuerpo, otro amor, con otra oportunidad, pero vos sos otro maldito mediocre quemado con leche que ve vacas y no llora, se las quiere comer en revancha inexorable de la primer quemadura... entonces así mi viejo, perdoname que te insista en esto, pero sobrevivir fue lo peor que te pudo pasar, qué querés que te diga....

La música no va a aflojar, y tampoco se va a comer con vos el baile que te trae el mambo de la competencia, entonces no sólo va a verte bailar, entonces te va a hacer bailar... y vas a tener que bailar como no te gusta, como no sabés bailar, al filo de tus noches, de noches en las que al cerrar los ojos nunca dejarás de vivir aquella noche en la que la muerte no te llegó. Estuviste ahí, vas a hablar siempre el idioma de los desafortunados, de los extranjeros de alma perdidos en esta galaxia que se les reveló pero los condenó con una oportunidad.

Y ya no grites, porque no te van a escuchar, y quienes lo hagan no te podrán entender.

Y ya no esperes, porque esperando vas a derretirte a la sombra, lento y despacio, como un pedazo de vacío en manos del olvido.

Y ya no busques más, ¿no ves que sólo hallarás más y más miseria?

Pero fundamentalmente no creas no merecerlo, porque cada vez que lo intentes la música se va a cordar un poquito más de vos...

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