martes, 24 de junio de 2008

Pequeño ramírez ilustrado, de bolsillo.

El monstruo nace a tus espaldas y en tan solo unos minutos acaba por comerse nuestros ojos... los tuyos, los míos. Acaba por abrazarnos cuando menos frío hace, sus intensiones hielan nuestras esperanzas, las piernas golpean mi frente y tu sangre me inunda la mirada. El monstruo escupe a cada rato un poco más de fuego, nadie escapa a sus espantos... cuanto más lejos llega el grito, más muerta esta el alma, más bañada esta la baba. La voz llenaba espacios que las manos nunca podían alcanzar... su suficiencia era tan notable que por una vez más bastó con su voz.

----------------------------------

Enorme sueño de despertar... buenos días.
Enorme sueño de soñar... buenas noches.
Enorme sueño de caminar... buenas tardes.
Enorme sueño de regresar... buenas madrugadas.
Enorme sueño de brindar... buena vida.

---------------------------------------------------------

"¡Que enorme decepción!". Eso mismo quiso decir Ramírez por la mañana y nunca pudo encontrar las palabras. Esa fue la sensación que empezó a acompañarlo por el resto de sus días y él, lejos de poder encontrarle palabras a aquella sensación, pasaba sus días intentando soñar otras sensaciones.
Sus sueños querían ser enormes, querían ser felices, querías ser de él... pero nunca podían serlo, pues a Ramírez lo perturbaba demasiado aquella frustración que lo acompañaba durante los días... aquella frustración le daba tarascones en el alma y, por las noches, Ramírez deseaba huir, incluso a riego de perder de vista aquellos sueños que querían ser enormes, que querían ser felices, que querían ser de él.
Sus noches eran agitadas y, pese a eso, nunca lograba escapar, nunca lograba desprenderse de aquella sensación que aún no encontraba palabras en su vida. Las mañanas lo sorprendían a Ramírez cansado, vencido, pues todas las mañanas recordaba que aquella sensación finalmente lo había encontrado sin dejarlo huir...
Así empezaban y terminaban sus días... huyendo sin huir, descansando sin descansar, buscando sin encontrar, sintiendo sin dejar de pensar...
Por las tardes Ramírez perdía la única cosa que le quedaba por perder, su pequeña libertad... Él amaba caminar de regreso a su casa, intentando, quien sabe, recopilar aquellas cosas que lo pudrían el día... Pero las tardes de Ramírez ya habían perdido esta pequeña libertad hace un tiempo bastante prudencial... pues Ramírez ya no tenía tiempo de caminar, ya no podía elegir... nadie se lo impedía pero sin embargo no podía elegir.
Por las madrugadas Ramírez nunca podía volver, siempre se estaba escapando por algún que otro rincón, siempre andaba agazapado, intentando no ser visto (aún en la oscuridad).
No quedaban vueltas, no quedaban regresos, Ramírez ya había olvidado aquella sensación... sólo vivía de huir y de cansarse...
Así atardecían y amanecían sus días, lejos, muy lejos, de los momentos que Ramírez solía vivir.

Ramírez, en ocasiones, daba cuenta de esta realidad y lloraba al verse al espejo, pero más lloraba cuando veía a su hermano, lejos, bien lejos de él, de su conciencia de realidad, de su tristeza por existir.

Ramírez, como todas las noches, se va a dormir resignado de soñar... va empezando a acostarse pensado por que rincón irá a escapar. Ramírez, como cada noche antes de huir, prepara aquello que en la mañana lo encerrará, lo amordazará.
Ramírez deja listo aquello que en la mañana podría llegar a olvidar... Así, sus días se iban consumiendo, se iban apagando, se iban gastando... como quien dijo, de par en par.

No hay comentarios:

Publicar un comentario