domingo, 15 de junio de 2008

Apenas unas gotas inundan una ciudad

Valientes por convincentes aturden corazones mudos, toman el control y empieza el carnaval...
Las sillas son para los más débiles... muy felices sentados viendo la comparsa bailar...
La función es de ellos, siempre será acorde a su realidad.
La función es nuestra, siempre será acorde a nuestra espacialidad...



Eras hijo de algún campeón, tus ojos veían más de los que podías comprender…
Amasabas pasto con los dientes intentando tragar un poco más de mi, no era suficiente el dolor con el que querías morir.
Nos aferrábamos felices a la velocidad, papá no oía y nos dejaba jugar… (sabía que sólo íbamos a jugar). En tus voces había alaridos, no eran mudos en mi corazón.
No supimos conservar aquel fuego que alumbró una prospera eternidad…
Nos comimos las pestañas unos a otros, infelices hasta en el modo de pensar… nos quemamos con el viento cuando dejamos de admirar el fuego… se extinguió la brisa entre nuestros huecos (“tipos blandos” una vez más…)
El problema fue siempre tu libertad, la mía era obediente y sabía cuando ceder…
-Hermano, ví tu alma acribillada más de una vez contra la pared…
-No te preocupes de más… siempre hay un rato para otra verdad…

Eras hijo de algún campeón… heredaste todo oro y poco honor.
En el álbum sólo se te pegaban las figuritas más escurridizas, los dolores más agudos y pasajeros… (tu máscara era la más bella y encantadora que podías portar…)
Corrimos atentos de no sacudir, fuimos esclavos (como anoche) de nuestro modo de obedecer…
Ya no podemos nada más, se nos muere de a poco el reino de nuestro amor…
Caen los ladrillos enteros, se estrellan y nacen cascotes…
La furia ya es nuestra, la cabeza cada vez menos…
Los recogemos y nos empezamos a herir… recordamos el fuego como algo hermoso que nos supo mentir…
-Desde esta horilla puedo oler lo bien que te va…
-No te preocupes… es tuyo mi reino, mi sueño aún no nació…

Hijos de un mismo campeón… no se reconocen como hermanos en la oscuridad...
Se sacan los ojos por encender la luz y se muerden los parpados hasta olfatear sangre en la habitación…
Pelearon brazo a brazo y de espaldas… bebieron mugre durante años brindando con orgullo a la hermandad.
Los engañó la misma mujer, la misma figurita, el mismo álbum,…
Ya no quiero verlos reír ni obedecer… es triste la realidad de la cárcel en esta ciudad.
El más preso lleva cuero hasta en las uñas y el más libre temor hasta en el paladar, se cruzan las miradas y no dicen más…
Cada cual a su celda, ni miedo ni cuero en su aberrante y tibio modo de amar…

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