viernes, 7 de diciembre de 2007

Perros, solo por decir.

Buscando, no sé bien qué, encontré este tratado (¿?) que lleva unos cuantos años sobre sus hojas, unos cuantos años de existencia.
Le hice unos retoques, no muchos, dado que creo que es mejor y más sincero así.

Siempre quise tener un perro.
Siempre quise tener un espejo que refleje la existencia que nos fue negada.
Siempre quise sacarlo a pasear sin correa.
Siempre quise que algún día se me escape.
Siempre quise que otro día vuelva, queriendo volver.

Algún día tendré un perro.
O dos.

(Actual, de hoy.)
Tratado (¿?)

Recuerdo que hace algunos años solía discutir con vehemencia cualquier banalidad, todo asunto nuevo e ignoto era digo de ser defendido. Así funcionaban mis mañanas.
Una, no recuerdo bien cual, me dedicaba yo a defender la racionalidad de los perros. Recuerdo que creía, con distintos argumentos a los de hoy, que estos nobles animales eran capaces de pensar y decidir, que eran superiores, que eran seres.
En esta ocasión solo diré que aquella mañana estaba equivocado, al menos eso quiero.

Somos nosotros, pues, los capaces de determinar si los perros o piensan o no, los que nos matamos en guerras, los que nos distanciamos cada vez más con los pasos que da la tecnología de la comunicación (nuestro orgullo más ruin) queriendo estar más y más cerca, somos nosotros los que queremos más a nuestro perro que al vecino, somos nosotros los que adoramos a un Dios que nos castiga a cada instante, como reprochando tanta adoración. En fin, somos nosotros los que pensamos, somos nosotros los que sufrimos nuestros pensamientos.
Los perros no piensan, o no quieren pensar. El perro, como común denominador, es feliz siendo perro o al menos eso aparenta. No pretende más de lo que tiene, no distingue el lujo de la calle, no se desvive por comidas bien servidas. No mata perros como si matase tiempo. No piensa, y probablemente sea más feliz sin pensar.
Sus instintos son tan básicos y naturales que aún no los conocemos, no entran dentro de nuestra gama tan comunicativa y real. Su comunicación resulta ser tan evidente como misteriosa, asunto que nos tiene por demás preocupados en algunas ocasiones (conocí varios seres (y me incluyo) que temen a sus ladridos, o su reconocer).
Son perros y no pretenden más. No sé si entienden o no, pero viven sabiendo que morirán perros, ni reyes ni soldados, ni pobres ni ricos, solo perros.
Encuentran en una caricia una razón que justifique su día. Aceptan, con un notable orgullo, que su lugar (en el mejor de los casos) es el patio, no protestan.
He escuchado alguna vez a alguien decir que su perro lloraba cuando dormía en el patio. Hoy, años después, se me ocurre pensar si aquello que mi compañero interpretó como un llanto no era acaso un reclamo de justicia, un agradecimiento, o tan solo un canto de alegría. Entendí, con esta ocurrencia, que el dueño de aquellas palabras es el que no concibe al patio como un digno lugar donde dormir, donde pasar la noche.
Otro asunto que no puedo pasar por alto es la reacción de un perro hacia otro perro. Pocas veces he visto perros ignorarse al verse; si bien su encuentro muchas veces no parece amistoso, no se permiten ignorarse. No reconocen diferencias entre si, somos nosotros los que regañamos al animal cuando este se acerca a un par que disfruta de su vida en la calle, somos nosotros, los pensantes, los que tememos de su contacto con un pobre can desposeído de techo y amor.
Los perros no piensan, no, menos mal, afortunadamente no piensan, o no quieren pensar. O, lo que es más simpático aún, no lo quieren decir. Después de todo esta bien, el perro probablemente seguirá siendo perro sin renegar de su condición, seguirá siendo humilde en todas sus expresiones, seguirá siendo soberano de su condición, aceptándola sin avergonzarse un gramo de ella.

Pobre de nosotros, como humanidad, el día que el perro quiera pensar o admita que piensa; será el peor castigo al orgullo que podremos recibir. Descubriremos que hemos vivido sin vivir. Sin dejar de pensar. Sin querer sentir.


Martín.

No hay comentarios:

Publicar un comentario