sábado, 4 de octubre de 2008

Perdón compañeros, quise sentir que no los podría lastimar.
Están las manos predispuestas, el alma casi desangrada, y yo, al menos yo, no podía ser menos (y menos en la noche).
Cuan decentes eran los sueños que rodeaban el alma del tipo que era bueno porque (¿y por qué?) tenía miedo, las caricias solo lo hacían olvidar que él también vivía aquí y así iba, ofreciendo su cabeza antes que su corazón, creyendo que el mundo siempre podía renacer, que él siempre podía subirse a algún amanecer.
Sonreía por demás y era incómodo que no lo pudiese ver, ordenaba las palabras como queriendo sorprender a seres que nunca iban con la cabeza, como lo hacía él, sino que ponían primero (para mutilar) el corazón. Apreciaba las miradas creyendo que podía descifrarlas, siendo que verdaderamente detrás de los ojos solo se escondía la nada, la misma que lo maltrató durante décadas y que se volvía a burlar, en cada oportunidad, de él.
Cuan decentes eran los consejos de aquellos que siempre podían ver que él no era así, como ellos. Se ha colonizado por demás a su cabeza, se ha dejado abandonado el corazón, esto es el final de la ¿historia? pero también es el comienzo… no podía amanecer sin ser así el mundo, esta no iba a ser le excepción que quiebre el redondel.
Cuan dolorosas eran sus noches cuando la cabeza dormía pero el corazón no…, su mundo procesaba al otro y el otro se reía de cara a su corazón, aquel que lo veía todo pero nada podía decir, ¿quién le iría a creer, a escuchar? El dolor se le hizo un mal síntoma, del cual no encontraba una explicación, sólo malos consejos que procesaba en sueños por la noches, queriendo amanecer para poder olvidar.
Están todos dispuestos, geométricamente desordenados frente a su alma ahora desnuda, el mayor de nosotros se mira las manos y no sabe con qué intención empezar, el menor destraba y desajusta su cinturón (ni en sueños pudo haber sido mejor), algunos juntaban fuego con los ojos mientras otros retornaban invictos de otro partido con dios; todos venían con risas de comer.
Su corazón empezó a morir a los gritos sordos, el diablo que tantas veces quiso ser le tomaba la mano y le apretaba un solo pulmón, jugando con el chiste de hacerle creer que podía morir si él solo decidía hacerlo… (no había intenciones de dejarlo morir); a sus pies la sangre que goteaba de su pelo humedecía con rudas (y casi negras) gotas los pocos recuerdos que se habían solidarizado para la ocasión.
Cuan escasos eran los cuchillos que lo podían ayudar, más escasas eran las voces que decían que él estaba así.

A la mañana siguiente despertó como lo hacía en todas aquellas que tuvieran la alegría de encontrarlo vivo para verlo sufrir, bien despacito. Ordenó en su cabeza el mundo que procesó mientras moría por la noche y, como de costumbre, se comió sin asco, pero con mucha culpa, la sensación de un síntoma que sugería que algo andaba mal.
Tan solo un síntoma, no esperes y no busques más.

Que enfermos están todos, nos miramos en el espejo cada vez que queremos ver lo que no podemos ser, aquello que nadie más que nosotros cree, aquello que todavía duele y no podemos dejar de sentir; que enfermos todos que nos miramos y nos vemos, que nos escondemos de nosotros confundiendo nuestros rostros, engañando nuestros sentidos, maquillando nuestros olores, nos sabe rico el chiste de jugar a ser otra persona y hasta podemos pensar como reyes y también vagabundos. Podemos acariciar las manos linda por horas, podemos beber de los venenos más deliciosos, pero cuando acariciar se nos hace aburrido empezamos a arañar, hundiendo las uñas filosas sobre la piel de aquel que queremos amar, escupiendo sobre rostros todo el veneno que nos han hecho tragar.

Así se gana el juego, hay que saber herir y hay que tener mucho miedo, así (y solamente así) vamos a poder pensar que hemos resistido hasta al final; así y solo así vamos a poder mirarnos al espejo y tragarnos la saliva que no es nuestra pero que bien podría serlo una noche.

Que feo reloj para decirte a qué hora deberás morir, que fea sonrisa te espera por no ser quien tenías que ser, quien viniste a ser.

No hay comentarios:

Publicar un comentario